No elijamos a nuestros ayudantes solamente por sus notas
Por lo menos una vez al año, nos toca renovar a algunos o todos los ayudantes de nuestro curso. Y para elegir a los nuevos, la mayoría de las veces, nos fijamos en sus notas, ya que ésta es la única información que viene junto a los nombres de los postulantes a la ayudantía. Sin embargo, el tener muy buenas notas no suele ser la característica esencial de un buen ayudante, si no que éste se caracteriza por su motivación, buena disposición y responsabilidad, además de sus buenas notas.
¿A quién no le ha pasado, o no ha escuchado el caso de algún profesor, que eligió como ayudante al mejor alumno del semestre anterior y que resultó ser un fiasco? Ya sea porque no respondía los mails, porque tomó otros cursos a la hora en que era nuestra ayudantía, porque fue incapaz de entregar la corrección de las evaluaciones a tiempo, entre otras cosas. Con esto vemos que las buenas notas no garantizan que un alumno vaya a ser un buen ayudante.
Por otro lado, no debiéramos esperar que nuestros ayudantes se sepan a la perfección todos los contenidos del curso –a menos que hayamos reclutado a un alumno con promedio siete-, por lo que es probable que tengamos que volver a explicarles algunos contenidos. Entonces, ya que tendremos que volver a explicarles algunas cosas de todas formas, basta con que nuestros ayudantes hayan sido buenos alumnos y no necesariamente los mejores. Esto permite que nos abramos a otros criterios a la hora de seleccionarlos.
A modo general, nos gustaría proponer dos criterios de selección: el primero, considerar las características personales que deben tener para que puedan realizar bien las tareas que les pediremos; y el segundo, que nuestros ayudantes sean capaces de trabajar en equipo.
El unir las características personales con las tareas que necesitamos es clave, ya que facilitará el que nuestros ayudantes cumplan con nuestras expectativas. Por ejemplo, si esperamos que hagan muchas y buenas ayudantías, necesitamos ayudantes que sean capaces de explicar los contenidos claramente y que no tengan problemas para hablar en público. El alumno que participó mucho en clases, y que lo hizo bien, podría ser bueno haciendo ayudantías. En cambio, si elegimos a un alumno que tuvo muy buenas notas, pero que no participó en todo el semestre, nos arriesgamos a que no quiera hacer ayudantías presenciales o que no sea muy bueno haciéndolas.
Lo mismo ocurre si nuestros ayudantes tendrán que corregir mucho: necesitaremos alumnos que se hayan mostrado eficientes y responsables. Por tanto, el tipo de alumno que más nos servirá es aquel que entregaba la tarea con anticipación, que iba a todas las clases o que, a través de su participación dentro y fuera de la clase, demostró estar al día con las lecturas.
Otro caso podría ser si necesitáramos que nuestros ayudantes nos complementaran el curso buscando material de apoyo. Para esto sería importante que seleccionáramos a ese alumno que participaba durante el curso complementando los contenidos de éste con otras cosas que hubiese aprendido en otra ocasión o que estudiaba leyendo las lecturas complementarias del ramo.
Una vez definidas las tareas y el tipo de ayudante que necesitaremos para ellas, podemos ir pensando en los primeros nombres de ayudantes. Desde este momento, comienza a ser importante el ir pensando en cómo podrán interactuar los ayudantes entre ellos, ya que lo ideal es que funcionen como un equipo. Con esto nos referimos a que, en vez de que cada ayudante tenga metas individuales que cumplir, es mucho mejor que el grupo de ayudantes tenga metas conjuntas. Así, los ayudantes pueden llegar a los arreglos que más les acomode. Por ejemplo, puede que a un ayudante le facilite sólo corregir y al otro sólo hacer ayudantías, y pueden ponerse de acuerdo para trabajar así. O, puede que un ayudante tenga problemas para cumplir con lo asignado para una determinada semana y podría coordinarse con el otro para reorganizar el trabajo. Incluso, un equipo cohesionado de ayudantes puede reunirse a trabajar juntos en las correcciones, preparación de ayudantías, etc., lo que lleva a que puedan trabajar más rápido y mejor.
El que los ayudantes funcionen como equipo nos aliviará parte del trabajo de coordinar las tareas de los ayudantes. También podría evitarnos la situación de que un ayudante no pueda cumplir en un momento determinado y tengamos que preocuparnos nosotros mismos de solucionar el problema.
Además, aumentaremos las posibilidades de formar un buen equipo si nos fijamos bien en las personalidades de los alumnos que estamos llamando para ayudantes. Por ejemplo, considerar la participación en clases puede sernos útil. El alumno que participaba mucho y manejaba bien los contenidos, pero, a la vez, interrumpía a sus compañeros, hablaba sin que le dieran la palabra o era despectivo ante los comentarios de otros, probablemente creará un mal ambiente entre el resto de los ayudantes. Por otro lado, el alumno que se sacaba buenas notas, pero no iba a la clase o estaba como ausente en ellas, probablemente no está interesado en el curso, por lo que tampoco será un buen elemento para el equipo.
También es importante considerar que a veces hay alumnos que no participan mucho, pero que durante las clases están en actitud atenta o interesada y se sacan buenas notas. Esos alumnos suelen no ser notados, pero muchas veces son ideales para trabajar en equipo.
Una vez que ya tengamos en mente a los alumnos que podrían ser nuestros ayudantes, no es necesario esperar a que ellos postulen a nuestra ayudantía, si no que podemos contactarlos nosotros mismos y ofrecérselas. Esto tiene el beneficio de aumentar el compromiso del ayudante con nuestro curso, ya que la ayudantía comienza con un reconocimiento a sus capacidades. Además, hay muchos alumnos muy buenos que no postulan a las ayudantías, pero que, si son convocados, están dispuestos a participar y a hacerlo lo mejor posible.